Como sabéis, viajo de vez en cuando a Madrid, a reuniones, y la verdad el viaje cada vez es más cómodo, el Ave a Madrid le cuesta una hora y poco, es rápido, te dan de desayunar, ves a los amigos, saludas a los conocidos.
El problema viene en Atocha, para llegar a mi destino habitual, tengo que ir con un cercanías hasta Nuevos Ministerios y después un Metro, hasta la reunión.
Claro eres de provincias, llegas a Madrid, bien, bajas del tren, y empiezas a ver que todo el mundo corre, pero ¿ porque corren tanto ?, todos tienen prisa y todos se saben el camino.
Todos, menos yo, que tengo que revisar que el cercanías es el adecuado, que el billete que he sacado en la maquinita esta bien, todo esto sin soltar el portátil y casi sin sacar la cartera de la chaqueta, porque como dicen que hay tantos carteristas, miras y miras otra vez a tu alrededor.
Bien, ya tengo el billete, voy a salir a coger el tren, veo la salida adecuada, me pongo en la escalerilla mecánica, tienes que colocarte a la derecha, la izquierda es para adelantar, todos esos que tienen tanta prisa, van como balas.
Ya estoy en el andén, y te entra un sudor al pensar, si vas a acertar con la dirección adecuada, y claro te da vergüenza preguntarle al tío de al lado, así que dices, adelante, vamos, y piensas, es este, es este.
Entras en el cercanías, y todos están con sus auriculares, y un libro, ¿ pero cuantos libros se venden en Madrid, o es siempre el mismo ?, por supuesto no tienes asiento, eso es para los rápidos, estas de pie, con una mano te sujetas, con la otra sujetas el portátil, no vaya a ser que te den un tirón.
Llegas a Nuevos Ministerios, eso no es una estación, eso son dos o tres, ¿ que ha pasado, se han querido ahorrar una estación ¿?, tienes 3.000 metros para llegar al Metro, claro, echas a correr detrás de todos, ¿ pero si no van a tu línea ¿? empiezas a dudar, y los del Metro son muy listos, te ponen un tío tocando la guitarra a la mitad del recorrido, para animar el paseo, ya se ven la escalera mecánica, la norma es dejar un escalón delante y otro detrás, pero aquí no se cumple, así que tienes un trasero en tu cara y el tuyo en otra cara.
Por fin llega tu Metro y entras, y aquí esta el colega de la armónica, solo se sabe una canción, pues podía tocarla mejor, yo lo llamo el hombre invisible, nadie lo mira, nadie le da nada, nadie se fija, no existe, pero yo siempre lo veo, he llegado a pensar que solo sale cuando voy a Madrid.
Cuando llego a mi estación, ya sé salir, y veo la luz de la calle, eso es una alegría, subes 5 peldaños y ves algo conocido, bien, lo conseguí. La vuelta es parecida, pero con más ansiedad por llegar a casa.